En cierta ocasión un hombre llega a un país remoto y desconocido.
Fue aceptado por los amables habitantes, los cuales le brindaron todo
tipo de ayuda.
Luego de un tiempo, el visitante empezó a notar algo extraño en la
gente de ese país. Tenían una memoria muy limitada. Esto hacía difícil
para ellos el comprender la esencia de la realidad, incluso no podían
transmitir sus experiencias a las nuevas generaciones, y esto los
limitaba a comprender la ciencia divina, pues no podían recordar
absolutamente nada de un día a otro.
Como resultado, cada hombre tenía que empezar de nuevo; y siempre
cada persona tenía que experimentar la misma cosa una y otra vez, en
lugar de poder beneficiarse de la acumulación de experiencias.
El viajero se percató que si portaba a la cintura un mandil de piel de
cordero, este le servía para mantener su propio recuerdo: si no lo
usaba se volvía cada vez más vulnerable al miedo y al olvido de sí
mismo.
Se dio cuenta que el mandil, de alguna manera, contrarrestaba la
influencia maléfica que hacia que los habitantes de ese país olvidaran
todo incluso su propia identidad. De manera que esta prenda se
convirtió, en la vestimenta que distinguiría al viajero.
Los habitantes del país del olvido respetaban principalmente al
viajero por su buena memoria. Él pensó adecuado ayudarlos y comenzó a
manufacturar mandiles e intentó que las personas lo usasen.
Esto iba, sin duda en contra de las costumbres, y muchos temían
portarlos porque los asociaban con el gran poder y superioridad del
visitante.
Sin embargo, el visitante logró convencer a alguna gente a que
vistiesen los mandiles. Ellos, siempre que portaban los mandiles
olvidaron los esfuerzos por recordar, y estaban dotados de buena
memoria, ya sabian incluso quienes eran y se reconocian unos a otros.
La mayoría de los habitantes continuó sin utilizar el mandil, o a
usarlos sin comprender su significado, y en el curso del tiempo todo
quedó con la simple idea de quien portara el mandil, tendría otras
perspectivas equivocadas y olvidaron que debían recordar.
Usaron el mandil, pero, no recordaban su propósito real. Como el que
compra pastillas para mejorar la memoria, las tiene a la mano, pero
olvida tomarlas.
Como la mayoría de las veces, pasa un tiempo y el objetivo principal
se olvida, dando paso a especulaciones sin sustento.
Ese país del olvido aún esta allí. Sus habitantes han olvidado porque
usan mandiles, el viajero regreso al reino donde todos recuerdan
quienes son. Los mandiles continúan realizando su función decorativa
y en ocasiones alguien intenta sin existo recordar cuál era su
verdadero propósito.
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(19) Vicente Alcoseri
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